Mala gente

Para ser sincera me caga mucho ser buena gente, es más me revienta no poder decirle a la gente que se vaya un poquito a la mierda cuando me hablan de lo buena que soy. La culpa como lo he repetido muchas veces la tiene mi vieja, por cierto Feliz día de la Madre; ella me hizo así, ella y mi abuela se ensañaron conmigo desde que era chica para que sea como ellas, fue subliminal, me lavaron el cerebro, me lo reventaron de cojudeces como el servicio a los demás, el poner la otra mejilla, el ser considerada, eso de que en esta vida uno no hace siempre lo que le gusta y demás retahíla de pelotudeces que ahora me nacen y que joden poquito a poquito la vida.

Tengo que reconocer que me gustaría ser menos consciente de mis actos, que me encantaría ser un centímetro más hijadeputa pero no puedo, es inútil. Y cuando me salen esos discursos que parecen salir del alien que llevo dentro, no puedo sino asombrarme de lo ridículamente ejemplar y estoica que puedo sonar, porque un par de esos discursitos tristes me han hecho admirable y valiente ante uno que otro distraído amigo. Me hincha las pelotas que no tengo, pensar y decir que voy hacer cosas así porque luego yo, la que vive en la superficie de esta bondad implantada, tengo que hacerlas.

Quisiera ser mala gente, ser un vago y no tener que hacerle caso al dictador que llevo dentro. Ojalá encontrara un exorcista que me quite a este imbécil que dice que hay obras buenas en mis proyectos porque a mi, a la loca le da una pereza extra-large cumplirlas y prefiere ser una cuentista que sí escribe y deambula por el mundo.