Thursday, January 22, 2009

Un tarde en el asilo

Una vez por semana estoy obligada a ir a un asilo de ancianos a visitarlos. Debo confesar que al principio odié la idea, luego me deprimí al ver el estado de la mayoría de ellos y ahora simplemente quiero terminar con mis visitas, aún cuando a veces salgo muy contenta si no termino pronto terminaré loca como alguno de los residentes.
En las últimas cinco semanas han muerto seis personas, yo conocía a la mayoría y me da gusto que se hayan muerto porque eso era lo que ellos querían. He conocido gente que le tiene miedo a la muerte, a gente que se quiere matar por depresión pero en este lugar conocí gente de más de ochenta y cinco años que se queja de estar vieja, molestos con la muerte por no haberlos puesto en la lista del día reniegan de casi todo. ¿Qué se le puede decir a alguien que tiene más de noventa años en silla de ruedas que no hace si no esperar la muerte y que le cambien el pañal? Después de pasar por la etapa sensiblona de pensar que sólo se sienten solos, desperté.
Estos ancianos me han enseñado que si hay algo peor que estar viejo es estar cuerdo y viejo, ver a los demás perder la cordura los deprime. No están de mal humor todo el tiempo, de hecho la mayoría de los cuerdos son muy simpáticos, desear que la muerte les diga oficialmente que ya cumplieron su labor en el mundo no significa que renegarán hasta que el hígado se les reviente.

La vida en el asilo está llena de pequeñas actividades que distraen a los residentes para hacer la espera menos aburrida y para que los días no se parezcan, juegos de memoria, tarde de panqueques y algún paseo a la ciudad. He visto hijos visitando a sus padres algunos menos dedicados que otros, nunca vi nietos pero si veo nueras y yernos. Sin embargo, la persona más amable y cariñosa que conozco en ese lugar es una señora que trabaja de acompañante y tiene una dedicación tierna que no he encontrado en los otros visitantes.
Calculo que el 90% de los residentes son mujeres por lo que es entendible que a la hora del té se cuenten chismes. Hay historias interesantes, consejos sabios que no serán escuchados, mal humor y mucho cariño de gente que no tiene la oportunidad de ser abuelo de nadie.

1 comment:

Dan said...

Vaya, en realidad yo a los ancianos los admiros, mira que llegar a esa edad y estas conciente de eso es admirable. En el fondo no tienen la culpa de deprimirse, a quien le gustaria que despues de toda una vida lo metan en 4 paredes a ver como van pasando los dias... es que sera que primero de niños somos sensibles luego hasta la adultez se nos va la sensibilidad y regresa ya para cuando somos muy viejos? hummm quien entiende al mundo...! saludos!